Creía haberla olvidado. Pensé que
mi corazón ya no latía más por ella. Qué iluso soy por tan sólo pensar que eso
podría ser posible en esta vida, y en todas mis reencarnaciones.
Como el fumador que le da su última
calada a su cigarrillo, lo tira y piensa: “Éste es el último. Lo dejo”. Y a la
mañana siguiente ya está en la puerta del estanco, contando las monedas y los
minutos que le alejan de su tan deseada dosis de nicotina que nunca podría abandonar
por ninguna otra cosa.
Pues eso es lo que trato de decir.
Supongo que cuando te enamoras de alguien por primera vez, es para toda la
vida. Pase lo que pase, aunque quieras a otras personas, esa espina cala tan
hondo como el tiro de un francotirador. Te destroza, te desgarra el corazón,
impidiendo que lata por otra que no sea ella.
No lo entiendo: lo he intentado
todo. He estado con otras dos chicas que yo pensé que eran estupendas, y que
aunque no lo sean por lo que hicieron después, yo las quise. Fui capaz de
querer a otras que no fuesen ella. Y ahora, que nadie ocupa mi corazón, los
sentimientos vuelven a brotar. Otra vez.
¿Cuándo se acabará ésta tortura?
¿En qué momento de mi vida seré capaz de olvidarla para siempre jamás? Ni
aunque ella muera sería capaz de dejar de quererla. Incluso la querría más. Es
ese estilo de amor que te hace pedir otra copa, para no tener que soportar más
este dolor.
David L.
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