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martes, 19 de marzo de 2013

Reflexión al artículo previo.

Lectores (los pocos que sois), escribo éstas líneas para disculparme por mi anterior artículo personal. Lo escribí bajo los efectos de una ceguera, una cortina que ante mis ojos llevaba AÑOS estando. Cierto es lo que han dicho en Nochebuena, pero incierto es el hecho de que no me apoyen.

Y ahora les explicaré qué me llevó a teclear lo que debajo de éste escrito se halla. Veamos: yo, en mi ser y forma de ser, nunca he sido trigo limpio, no señor. Me avergüenzo y me lamento de éso, de eso estoy seguro. Mi familia siempre ha estado ahí siempre que yo lo solicité y demandé. Y estarán, de éso estoy seguro, con mayor o menor intensidad, pero lo estarán. El problema es lo que ya antes dije, y continúo, que nunca fui un niño "bueno". Siempre anduve dando tumbos en la vida, en mi vida. Y este comportamiento llevó a los míos a ir aflojando la cuerda de la colaboración, y lo que es más duro: la delicada y fina cuerda de la confianza. Y lo peor es que la he cortado yo solito, con las tijeras de mi actitud frente al mundo.

No voy a decir que nada de lo que hice está bien, pero sí en su inmensa mayoría. ¿Qué soy? Nadie. Pero un "nadie" bastante conocido por todos, para mi gracia o mi desgracia. Y os puedo asegurar, con la mano en el corazón, que lucho internamente conmigo mismo para truncar lo que externamente expreso.

                                                                                                                                                      David L.

PD: el motivo por el que escribo ambos artículos con tan corta diferencia de tiempo es porque cuando escribí el primero, no lo transcribí al blog en el momento en el que la tinta de mi bolígrafo descargó mis sentimientos sobre el folio, y preñó tal artículo, y que si no hacía referencia a él, éste otro no tendría sentido, puesto que rebate las ideas del primogénito.

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